
De tiempo en tiempo (por lo menos una vez cada dos meses) hay un movimiento un poco más fuerte, y las paredes y el suelo empiezan a moverse, no es muy fuerte pero lo suficiente para ser perceptible. Con los días, uno se acostumbra a la idea, y ya una vez me tocó abrir los ojos a eso de las 3 de la mañana, y ver como se estaban moviendo las cosas, y lo primero que se me ocurrió es que si se ponía más fuerte debía ir debajo del escritorio, pero como no paraba me volví a dormir. No es un tiempo muy largo, probablemente no llegué ni a un minuto. No hay que sobredimensionar las cosas, no es un movimiento tan fuerte como para romper vidrios o hacer tambalear las cosas que están sobre una mesa, pero lo suficiente para hacer tambalear por ejemplo un candelabro. Y así, uno se acostumbra. Viendo la televisión mientras comemos, y de pronto empieza ese tambaleo, ¡ah, “jishin”! y todos siguen viendo la televisión.
¡Ah, "jishin" ! y continua la conversación entre dos amigos.
¡Ah, “jishin”! seguro va a salir la información en la tele. Es que casi inmediatamente en el canal estatal sale la información de donde y cual es la magnitud del terremoto.
Yo también me voy acostumbrando. ¡Ah, “jishin”! y sigo escribiendo en la computadora. Lo que más detesto, es esa sensación que me queda después de que pasa el temblor. Esa sensación de que el piso se esta moviendo, de veras que la detesto, cuando el movimiento es un poco más fuerte que lo normal, puede durarme todo el día.
Voy a probar la estrategia de tomarme unas cervezas, así tal vez, la sensación sea vuelva más normal.
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